Lección #1 – Eres más brillante de lo que tú misma crees
Nunca olvidaré el día que ingresé a mi portal de solicitudes de UCLA (el sistema de la Universidad de California, y su campus en Los Ángeles) y las palabras “felicitaciones, eres una #bruinbound” (es decir, eres parte de UCLA, como si fueras una “Bruin”, su mascota) aparecieron en negrita en la parte superior de la pantalla.
Grité de alegría. Comencé a llorar. Eso significaba que había ingresado a la universidad pública número uno de la nación. No podía creerlo. Recuerdo que para asegurarme de que no era un error cerré la sesión y volví a iniciarla. No podía comprender que había ingresado a una escuela tan prestigiosa y con una tasa de aceptación tan baja.
Apenas una semana antes, también había llorado al enterarme que estaba en la lista de espera tanto de UC Santa Cruz como de UC Santa Barbara y que aún no me habían aceptado. Temía que ya no iba a ingresar a uno de los campus de la Universidad de California a la que había soñado asistir.
Siempre había tenido esperanzas de asistir a una escuela como Harvard, Stanford o UCLA. Pero la verdad es que no creía que aceptaran mi solicitud de ingreso. Cuando llegó la temporada de envío de solicitudes en mi tercer año de la escuela secundaria, recuerdo que en la solicitud de UC marqué únicamente la casilla de UCLA. Pero no lo hice porque creyera que me aceptarían, sino porque me sobraba una selección que ya estaba incluida en la tarifa de solicitud.
A pesar de mis excelentes calificaciones en mis cursos de honores y de Colocación Avanzada (AP) en la escuela secundaria y de haber participado de manera constante en varias actividades escolares, yo no creía que sería admitida en UCLA.
En mi escuela secundaria, El Dorado, en Placentia, no había ni consejeros universitarios ni gente que preparara a los estudiantes a postularse a las universidades. Gracias al área en el que se ubica la escuela, la mayoría de sus alumnos llegaban a la universidad una vez graduados. Pero otros, incluyéndome a mí, seríamos los primeros no solo en asistir a la universidad, sino incluso en graduarse de una escuela secundaria. Otros se quedaron varados en el proceso. Afortunadamente, algunos, pero no todos, obtuvieron la asistencia de programas como AVID (Avance a través de la determinación individual) y las Becas JOYA.
Las semanas que transcurrieron después de recibir mi notificación de admisión estuvieron llenas de alegría y celebración, desde el anuncio de mi aceptación hasta la finalización de los exámenes de Colocación Avanzada (AP) y la graduación en la escuela secundaria. No tuve tiempo de pensar en nada más que en mi emoción.
Desafortunadamente, la alegría no fue eterna. Mi ansiedad y el síndrome del impostor (la sensación de no merecer el éxito, a pesar del objetivamente alto rendimiento) se impusieron.
Las semanas previas a mi mudanza a Westwood, el barrio angelino en donde se encuentra UCLA, estuvieron llenas de ataques de pánico y una abrumadora sensación de no ser lo suficientemente buena para la universidad. MI intención inicial era especializarme en ciencias ambientales, pero una vez que me di cuenta de que tendría que inscribirme en cursos de química, decidí cambiar de especialización. La química había sido mi enemiga en la escuela secundaria. Eso aumentó mi estrés. En mi sesión de orientación, mi asesor sugirió que en lugar de ciencias ambientales me especializara en geografía, cuyos cursos sobre el medio ambiente no incluían química. A pesar de no haber tomado un curso de geografía en mi vida, decidí intentarlo.
Lección #2: arriésgate y no temas el rechazo
Agradezco cada día a mi buena suerte la decisión de hacer ese cambio. La naturaleza interdisciplinaria de la especialización que elegí me abrió varias puertas y me permitió explorar numerosos temas interesantes y combinarlos con mi nueva comprensión del espacio, del lugar y de la humanidad.
Con el tiempo y después de mudarme a la universidad, los sentimientos iniciales del síndrome del impostor y la ansiedad que me habían perseguido se disiparon. Los reemplazaron la emoción, la felicidad y el deseo de conocer a todos aquellos con quienes me cruzaba.
Recuerdo que era bastante tímida cuando me mudé por primera vez a la universidad. A mi alrededor no había rostros conocidos. Me frenaba el temor de que nadie iba a querer ser mi amiga, de que los demás no me quisieran. Afortunadamente, encontré un núcleo de amigos que conocí en un chat grupal de los “Latino Bruins”, los alumnos latinos, un grupo al que me había unido el verano antes de mudarme. Pasados cuatro años, todavía mantengo mi relación con ellos.
El miedo al rechazo me persiguió todo el año siguiente. La pandemia del COVID-19 lo exacerbó. Afortunadamente, gente como el Dr. Juan Herrera, profesor del Departamento de geografía, me animó a postularme a oportunidades de investigación. Vencí mi ansiedad, fui a su oficina y charlé con él. Resultó ser una de las mejores decisiones que tomé durante mis estudios en UCLA. La orientación y el aliento del Dr. Herrera me hicieron sentir realmente bienvenida.
Di otro salto durante mi segundo año. Decidí ser parte de la “vida Greek”, en una hermandad de mujeres (sorority, para mujeres; las fraternidades o fraternities son de hombres). En la primavera de 2021 me convertí en parte de Lambda Theta Alpha, Latin Sorority Inc, capítulo Delta Rho.
Solo un par de meses después de ingresar a esa forma de vida social, me eligieron presidenta del UCLA Latinx Greek Council o Concejo griego de latinos en UCLA, que encabecé durante dos mandatos, de 2021 a 2023. Allí descubrí que mi confianza en mí misma y mi capacidad para expresarme, definitivamente habían crecido a niveles que yo nunca podría haber imaginado. A pesar del estrés constante que significaba tener que supervisar siete organizaciones, estoy muy agradecida por la oportunidad que se me concedió de servir a mi comunidad.
Lección #3 – Tu voz importa
La experiencia más gratificante que tuve durante mi estadía en UCLA fue la de participar en la beca universitaria del Instituto de política y acciones políticas latinas de UCLA (LPPI). Tuve la oportunidad de servir como becaria durante mi tercero y cuarto (junior y senior) año de la universidad. LPPI me ha transformado en una poderosa líder latina, lista para “enfrentar los desafíos más críticos en política doméstica que enfrentan los latinos y otras comunidades de color”, como lo establece nuestra declaración de misión. Personalidades como el Dr. Rodrigo Domínguez-Villegas, Misael Galdámez y Sonja Díaz me han empoderado e inspirado para continuar trabajando por el avance de esta nación. Carecería de la confianza que poseo hoy de no ser por su presencia en mi vida. LPPI me enseñó una de las lecciones más importantes: mi voz y mi historia importan. Estos son activos que obran en mi poder y que debo usar.
Eso me ha permitido subir al escenario por última vez para celebrar mi mayor logro hasta el momento: haber obtenido dos títulos de licenciatura de la universidad pública número uno del país.
UCLA, gracias por todo. Te amo.
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